Día de muertos en la Huasteca
El
altar de muertos
Faltaba una semana para el día de muertos cuando acompañé a mi
abuelo Tranquilino Hernández Téllez a Sokichkual, un lugar donde tenía un
potrero; en la parte alta, en un parejo muy bonito desde donde se podía ver el
cerro Tonkuawitl, había mucha flor de sempoalxochitl, flor de mano de león,
caña, jícamas y elotes que él había sembrado para ofrendar a los muertos.
Mientras caminábamos, mi abuelo me platicó que en una ocasión, cuando era muy joven y mi mamá Dorotea Hernández Martínez era apenas una pequeña niña, no
adornó el altar para recibir a los muertos como lo hacen cada año en todas las
casas del pueblo de Tlamamala, en el Estado de Hidalgo.
Así pasó la fiesta de muertos, su altar sin velas, adornos, flores
ni ofrendas. Mi abuelo estaba triste porque no hacía mucho tiempo que había
fallecido su esposa Herlinda Martínez mi abuela.
En nuestra cultura mexikan creemos que las personas que acaban de
morir no vienen para el día de muertos porque su alma todavía se encuentra con
nosotros. Tal vez por ésta razón mi abuelo no adornó su altar, bueno, quiero
justificar a mi abuelo que era una buena persona.
Dijo mi abuelo que en esa ocasión, cuando casi se terminaba el mes de noviembre, por la noche había soñado a su mamá, a su papá y a mi abuela Herlinda junto con otras personas que ya habían muerto... Era ya tarde, estaba a punto de oscurecer, mi abuelo regresaba de su cafetal que tenía en Xokokatl, en el camino encontró a varios difuntos entre ellos sus papás y mi abuela Herlinda, iban caminando lentamente por la vereda que sale del camposanto con rumbo hacia donde se pierde el sol. Habían venido a visitar a sus familiares y sus amigos.
Los familiares de mi abuelo iban tristes, llorando… en entre su
llanto decían que no lo los habían recibido, que sus familiares no se
habían acordado de ellos y tenían hambre. No llevaban nada, mientras que los
otros difuntos hombres y mujeres, iban rezando y cantando, se veían muy contentos,
llevaban en sus canastas y morrales mucha comida, tamales, flores, pañuelos,
bonitas servilletas bordadas, sombreros y otras ofrendas que sus familiares les
habían preparado. Mi abuelo en su sueño se quedó allí parado, en medio del
camino, mirando fijamente cómo junto a él pasaban los difuntos y se perdía su silueta por el camino. En
eso, sazzz, que despierta asustado, luego se puso triste y después enojado con
él mismo, se volvió a dormir pensando que al día siguiente debía hacer las
ofrendas que no había hecho para festejar a los muertos.
Al otro día por la mañana muy temprano, mi abuelo adornó el altar
haciendo un arco adornado con flores, naranjas, limas, mandarinas, plátanos,
dulces y cacahuates; consiguió chocolate y prendió tres veladoras. También
alquiló a una señora para que hiciera tamales. El día 30 de noviembre día de
San Andrés, ofrendó tamales y comida para sus familiares muertos, así fue como
puso sillas alrededor de una mesa preparada con un mantel blanco bordado con
flores de varios colores y en el centro un ramo flores de sempoalxochitl. Frente al altar, y en
medio del humo y aroma de copal que mi abuelo había puesto
sobre las brasas en un sahumerio, mi abuelo rezó y pidió perdón a sus
familiares por no haberles ofrendado nada el día de muertos y les dijo que comieran y se
fueran contentos porque al siguiente año los esperaría con tiempo. Fue cuando le
pregunté, abuelo, ¿cómo sabes si los difuntos realmente vienen y comen lo que
les ofrendaste? Mi abuelito me respondió:
Hijo nuestros difuntos vienen en estas fiestas a convivir con nosotros y
podemos darnos cuenta porque el café, chocolate o lo que ofrendamos se reduce
un poco, los tamales y comida pierde su sabor original. Desde entonces, mi
abuelo cada año adornaba su altar, sembraba flores y frutas, iba al tianguis en Tehuetlán un día sábado entes del día de muertos para comprar lo que le hacía falta
para poder ofrendar en la fiesta del primero y dos de noviembre.
Mi abuelo murió por una enfermedad en la ciudad de México en 1990,
ahora mi tío Gregorio Hernández Mateos, cada año adorna su altar, ofrenda
chocolate, café, agua, cerveza, cigarros, aguardiente, tamales y muchas
otras cosas más que les gustaba a nuestros difuntos, prepara una mesa con
sillas para que cuando lleguen se sienten y descansen de su largo viaje. Luego
pacientemente espera a que nuestros familiares ya muertos lleguen a la casa,
los llama y cuando llegan les platica, les ofrece comida y todo lo que con amor
ha preparado.
En mi pueblo, las familias también hacen ofrendas para el ánima
sola, para aquellas almas que no tienen familiares que los reciban o alguien
que se le olvidó o no pudo adornar su altar ni ofrendar nada. En los
caminos se ofrendan flores, tamales, frutas, dulces, agua, refresco y
aguardiente para las ánimas solas. Se sabe que el 30 de noviembre, día de San
Andrés es cuando las almas de los difuntos regresan de donde salieron, allá de
donde vinieron, allá atrás de las montañas por donde se pierde el sol, más allá de
las grandes aguas… del mundo de los muertos.
Mihka ilhwitl / xantolo (Fiesta día de muertos)
Fotografia: Valentín Flores En las siguientes direcciones puedes bajar música del dia de muertos:
Día de muertos en la Huasteca. Valentín Flores Hernández y Adelita Hernández Trinidad, en: La muerte nuestra: Un dulce sueño. Coordinador, Jesús Leobardo Rendón García. Universidad Pedagógica Nacional. México D. F. 2001.
INTRODUCCIÓN
En la región Huasteca y sierra Náhuatl del estado de Hidalgo, así como en otras regiones del país, las sociedades indígenas continúan practicando tradiciones que se han heredado de generación en generación a través del tiempo, tradiciones, prácticas religiosas y creencias construidas por mensajes divinos, leyendas y vivencias que actualmente reflejan la cosmovisión de sus habitantes en su constante interacción con la naturaleza, por ejemplo: las creencias relacionadas con la vida, la muerte y la vida después de la muerte, para dar paso a la configuración de diferentes deidades religiosas a los cuales se les rinde culto para lograr la sobrevivencia del alma después de la muerte del cuerpo humano. Los habitantes de la cultura Náhuatl del estado de Hidalgo festejan el día de los muertos, ya que se cree que desde el día veintinueve de Septiembre (día de San Miguel Arcángel) al treinta de Noviembre (día de San Andrés), los difuntos tienen permiso celestial para descender a visitar a sus parientes en la tierra. Durante los festejos se realizan diferentes ceremonias que nos hacen reflexionar sobre nuestro origen: de donde venimos y hacia donde vamos, ritos donde el ser humano vivo interactúa con el espíritu del difunto, para finalmente comprender lo importante que es el vivir para morir y morir para vivir en la eternidad.
Las ceremonias que se realizan durante los días de muertos en los diferentes pueblos que conforman la Huasteca y una gran parte de las comunidades que se encuentran ubicadas en la Sierra Madre Oriental en el estado de Hidalgo donde habitan indígenas nahuas, tienen una similitud en sus significados y creencias.
Para introducirnos en un mundo mágico donde la muerte parece adquirir vida permanente, nos permitimos narrar los acontecimientos de la fiesta de los muertos (mihka ilhwitl) de la comunidad indígena de Tlamamala (lugar donde alguien está cargando) se encuentra ubicada en el municipio de Huazalingo, al noreste del estado de Hidalgo, en éste pueblo como en otros poblados de la Huasteca Hidalguense se celebra la fiesta del día de muertos (mihka ilhwitl) o también conocida como Todosantos (xantolo) durante los días 31 de octubre al 4 de noviembre de cada año.
LOS PREPARATIVOS
Los festejos comienzan desde el día veintinueve de Septiembre (día de San Miguel Arcángel) donde la mayoría de los habitantes ofrendan frutas y comidas especiales para los fieles difuntos niños y adultos, con el fin de brindarles el primer recibimiento. Así también a partir de éste día los niños, jóvenes y adultos se organizan para formar un grupo conocido como los kuawewes, kuaviejos o disfrazados (personas que se disfrazan con máscaras de madera aunque actualmente también se utilizan máscaras de diversos materiales) Se cuenta que hace muy pocos años los disfrazados bailaban todos los domingos desde el día veintinueve de Septiembre hasta su destape.* De la misma manera los habitantes de todo el pueblo incluyendo los niños, se preparan para recibir a las almas de los muertos, para esto acuden al tianguis de Tehuetlán Hidalgo, tres o cuatro Sábados anteriores a la fiesta del día primero de Noviembre (conociendo al último día Sábado como Sábado grande) para hacer las compras de los productos necesarios de acuerdo a sus posibilidades económicas y poder así realizar las comidas y ofrendarlas, por ejemplo: el cacao, canela, azúcar, pan, chile ancho, ajonjolí, recaudos o especias, cazuelas, pañuelos, morrales, aguardiente, velas de cera, veladoras, kopali (incienso), figuras de barro para colocar las velas, tlikomitl (sahumador), dulces, cacahuates, nueces, kohkowilos (figuras de barro que sirven como silbato para avisar la proximidad de la fiesta) y cuetitos o palomitas de pólvora, ya que no se usan cohetes grandes como en otras fiestas; los kohkowilos y los cuetitos los utilizan principalmente los niños y adolescentes. También se cortan racimos de plátanos de diferentes variedades para adornar su altar, por ejemplo: plátano largo (san kuaxilotl), manzano, cotorra, macho (torohkuaxilotl), tabasco, xochikinia, chichil kuaxilotl (plátano rojo) y ciento boca (plátanos muy pequeños), de igual forma acarrean leña suficiente para poder preparar los alimentos.
* “El destape” así se conoce el momento en que los disfrazados o kuawewes se quitan las máscaras y por fin se puede reconocer quiénes eran.
EN CONTACTO CON LA NATURALEZA
El día 29 de octubre es el día especial para recolectar los elementos y productos del campo que harán posible adornar el altar, ofrendar y preparar los alimentos, por ejemplo: flores de sempoalxochitl, ikzote, caña, madera (palos delgados), naranjas, limas, mandarinas, palmilla, papatla (hojas palmeadas para envolver tamales pequeños) Totomoxtli (hojas de maíz para hacer tamales pequeños), etc.
LAS TUMBAS Y LOS ALTARES ADQUIEREN VIDA
El día 30 de octubre, los adultos en compañía de sus hijos se presentan al camposanto a limpiar las tumbas de sus familiares fallecidos, después de regresar, adornan los altares de sus casas donde forman arcos con cañas o maderas que cubren con palmilla y ramos de flores de muerto (sempoalxochitl) colocando en la parte del cielo palos delgados de los cuales se cuelgan ramos de sempoalxochitl, naranjas, plátanos de diferentes variedades, mandarinas, limas, etc. todo amarrado con hilillos de ikzote, a partir de éste día se comienzan a tronar las palomitas, cuetitos o dinamitas por la mayoría de los niños.
EL DÍA DE LOS ANGELITOS
El día 31 de octubre, los adultos que tienen hijos ya finados se dirigen al camposanto por la mañana en compañía de sus demás hijos pequeños, llevando consigo sempoalxochitl, palmilla, cruces de madera y palos delgados o cañas con los cuales hacen arcos, rosarios y ramos para adornar las tumbas de los angelitos (niños fallecidos), así también se forman cruces sobre las tumbas con los pétalos de sempoalxochitl, tumbas que se encuentran al este del cementerio, y desde este lugar los niños empiezan a formar un caminito con los pétalos de flor de muerto ( sempoalxochitl o cempasuchil ) al dirigirse a la iglesia.
Aproximadamente a las 11:00 horas de la mañana los niños y niñas que vienen del panteón empiezan a llegar a la iglesia y desde aquí guiar a los angelitos a sus casas, del mismo modo los niños que no fueron al cementerio porque no tienen hermanitos fallecidos, llegan a la iglesia. A las 11:30 del día, el mayordomo ordena a los rezanderos iniciar con los rezos de los rosarios y las alabanzas donde los niños participan, al ser exactamente a las 12 del medio día los topiles empiezan a repicar las campanas con un toque especial para los angelitos, el cual dura hasta el medio día del uno de noviembre, al mismo tiempo los niños, provistos de morrales y las niñas de canastitas donde guardan pétalos de flor de sempoalxochitl, pasan uno por uno frente al altar de la iglesia a formar una cruz con los pétalos de la flor mientras la banda de viento del pueblo con sus instrumentos musicales ejecutan alabanzas y desde allí los niños se dirigen a sus casas haciendo un caminito con los pétalos de la flor de, cuando ya han llegado frente al altar de su casa hacen otra cruz con los pétalos, sus padres o abuelitos reciben a los angelitos con rezos y ofrendas de chocolate, dulces, frutas, cacahuates, nueces, agua y comida especial para niños, por ejemplo: pollo en caldo, prenden velas y proporcionan al ambiente un agradable aroma al quemar el copal, al mismo tiempo entregan a los niños las palomitas para que las truenen, posteriormente pasados unos quince minutos aproximadamente los niños y toda la familia se reúnen frente al altar para comer las ofrendas.
EL ARRIBO DE LOS FIELES DIFUNTOS
Por la mañana del primero de noviembre, la mayoría de los adultos continúan realizando ofrendas para los angelitos, algunas familias desde el treinta y uno de octubre, contratan los servicios de los rezanderos para que con sus plegarias invoquen a sus hijos pequeños ya fallecidos. De la misma manera que el día anterior, la mañana del primer día de noviembre, los familiares de los fieles difuntos adultos (difuntos a los cuales se les conoce como grandes) acuden al cementerio para adornar las tumbas con arcos, cruces y ramos de flores.
Posteriormente los niños, adultos y la banda de viento del pueblo se concentran en la iglesia y puntualmente a las 12:00 horas, con doce tañidos de la campana grande se da a conocer el cambio de festejo, de los angelitos a los fieles difuntos grandes; por lo que los sonidos de las campanadas cambian dando un toque especial para los adultos y a partir de entonces repicaran día y noche hasta el día tres o cuatro de noviembre cuando la fiesta termina, durante los cambios de sonido de las campanadas los Badajoz doblan varios tiempos para llamar a los fieles difuntos en tanto que la banda de viento interpreta alabanzas; unos instantes después aparecen los disfrazados (kuaviejos) acompañados por un trío de huapangueros que con sus instrumentos: violín, jarana y guitarra huapanguera ingresan formados e hincados a la iglesia para presentarse y persignarse frente al altar donde se adora a Jesucristo, después salen y danzan en el patio de la iglesia al ritmo de la música de cuerda y de la banda de viento que interpretan canciones como: Los matlachines, El borrachito, El caballito, El canario, Xochipitzawatl, (flor delgadita), etc., y a partir de ése momento el grupo de disfrazados recorre el pueblo para bailar casa por casa donde se les recompensa con frutas, tamales, agua y chocolate o se les hace una remuneración de acuerdo a la cantidad de melodías bailadas, al presentarse en cada casa el encargado de los disfrazados se dirigen al jefe de familia para preguntarle si desea que dancen en su patio, al contestarles que sí, comienzan a danzar y aprovecha el momento para preguntarles ¿de dónde vienen? a lo que los disfrazados responden diciendo, que desde hace mucho tiempo salieron de muy lejos, allá donde principia el mar y por fin llegaron al pueblo.
Cabe hacer mención que los disfrazados aparentan tomar figuras de los difuntos y bailan por que están de fiesta y muy felices por encontrarse de regreso al mundo de los vivos; los varones adolescentes y adultos se visten escenificando animales, damas hermosas, embarazadas, madres cargando su bebé, soldados, cadáveres en descomposición, calaveras, etc. Al mismo tiempo, un grupo de aproximadamente seis a ocho integrantes entre jóvenes, niños y adultos acompañados por un topil, a quienes se les conoce como Tlaejewani o Kuachikileros, salen de la iglesia cargando un kuachikiwite (cesto grande y rectangular elaborado con carrizo que se carga en la espalda con un mekapal) para recorrer por las casas y solicitar tamales, mismos que se ofrendarán en la iglesia para las ánimas que no tienen a donde llegar y se concentran en la iglesia (anima sola) después de rezar y ofrendar estos tamales por la tarde del día primero de noviembre los presentes en la iglesia comen los tamales y así durante los días dos, tres o cuatro de noviembre se continúan recogiendo tamales para ofrendarlos en el altar de la iglesia, se cuenta que anteriormente los kuachikileros al solicitar los tamales rezaban un padre nuestro en las puertas de las casas.
En las casas del pueblo, los adultos ofrendan tamales, chocolate, aguardiente, agua, dulces, morrales, pañuelos, etc., así también prenden velas, veladoras, queman kopal y los niños o jóvenes explotan las palomitas para recibir a los fieles difuntos a medio día del primero de noviembre. mekapal: Tejido de fibra de henequén que se coloca en la cabeza para poder cargar.
EL ESPLENDOR DE LA FIESTA
El dos de noviembre, es el día en que la fiesta presenta mayor apogeo; por lo que se continúa ofrendando tamales y otras comidas a los fieles difuntos que se encuentran de visita, así también los familiares vivos se congregan en los panteones para prender veladoras y se dicen plegarias, mientras los kuawewes continúan con su peregrinar danzando en los patios de las casas. Además el día dos es aprovechado para hacer visitas domiciliarias a los vecinos, parientes y padrinos llevándoles tamales, chocolate y pan que se ofrendó en el altar a las almas de los muertos que llegan durante la fiesta y en agradecimiento los visitados corresponden a la misma forma invitando o proporcionando a sus visitantes las comidas y bebidas ofrendadas en su altar.
A veces la fiesta se prolonga hasta el día cuatro si el día tres cae en un día viernes, es importante mencionar que durante el día tres se continúan realizando las mismas actividades del día dos y hasta el día cuatro es cuando las autoridades de la iglesia programan la visita de todo el pueblo al cementerio, por lo que por la tarde la mayoría de los habitantes se concentran en la iglesia al igual que los disfrazados y acompañados con la música de la banda de viento, todos orando se dirigen a la necrópolis con sus velas encendidas y llevando un estandarte de la virgen María de Guadalupe. Al llegar al cementerio la mayoría se reúne en el centro donde existe un altar con una cruz grande previamente adornada con cañas y un arco, los rezanderos y las señoras de mayor edad ofrendan frutas, tamales y chocolate, prenden velas y queman kopal, mientras por un lado la banda de viento toca alabanzas como: “Adiós reina del cielo, San Jerónimo, Virgen Pura, Dios te Salve María y el Padre Nuestro”, y los disfrazados bailan sobre las tumbas acompañados con la música del trío de huapangueros.
Al terminar los rezos colectivos en el centro del panteón, los rezanderos reparten las ofrendas a todos los presentes quienes ingieren la comida conviviendo así con los difuntos, mientras otras familias se reúnen en la tumba de sus fieles difuntos para invocarlos y poder así brindarles alimentos, después convivir con ellos donde los vivos consumen las comidas y bebidas ofrendadas; hasta hace poco tiempo los disfrazados al recibir la comida, se retiraban a la orilla del camposanto simulando que iban llorando y poder comer así las ofrendas. Posteriormente todos se retiran para dar paso a un silencio sepulcral y nuevamente los fieles difuntos se quedan completamente solos ¡dios mío, que solos se quedan los muertos! Algunas familias, durante la fiesta todavía ofrendan tamales, frutas, chocolate y encienden velas en los caminos para las ánimas solas que ya no tienen parientes que los puedan recibir y atender como se merecen.
El día cuatro o cinco de noviembre la fiesta continúa, en las casas los adultos ofrendan tamales, chocolate, frutas, etc. Los disfrazados continúan recorriendo por última vez las casas de la comunidad donde grotesca y alegremente danzan al ritmo de las melodías de la música de cuerda, así también se hace una última recolección de tamales para ofrendarlos en la iglesia donde la mayoría del pueblo se reúne para implorar el descanso de las almas de sus difuntos y convivir con ellos en presencia de los santos que en vida creyeron. Así, mientras las campanas dan sus postreros toques los disfrazados realizan su última presentación bailando en el patio de la iglesia y posteriormente en el interior de la misma, donde se despiden hincados se persignan y descubren su rostro. Después de comer las ofrendas, todos se retiran a sus casas.
El día treinta de Noviembre (día de San Andrés) en todas las casas y familias del pueblo se preparan alimentos y se hacen nuevamente las ofrendas en la iglesia para convivir con los difuntos, ya que se tiene la creencia que es hasta ése día cuando por fin regresan a sus tumbas, por lo que todos imploran por el descanso y vida eterna de las almas de sus seres queridos. Hasta hace muy poco tiempo los disfrazados todavía bailaban en todo el día treinta de Noviembre y se destapaban en los bailes del pueblo que se realizaban en la noche, ya que ellos eran los que iniciaban el baile para después salir y cambiarse de ropa y regresar al baile para compartir la alegría con los demás asistentes.